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James Fitzmaurice-Kelly.

Cambridge readings in Spaninsh literature online

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scene and character. In Al Margen de los ddsicos (1915) Azorin shows that
as a critic he possesses independent thought and a clear notion of relative
values.

ESPAftA: HOMBRES Y PAISAJES
El Anacalo.

En la pequena y vieja ciudad hay dos, tres o cuatro hornos; la
hornera tiene un marido o un hermano; este marido o este hermano



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es el anacalo. Se levanta el anacalo por la manana, se desayuna,
y entre el y su mujer comienzan a llenar el horno de lena y de
hierbajos secos; luego lo encienden; un humillo azul surte por la
chimenea y asciende ligeramente por el aire. El aire se llena de
un grato olor de romero y de sabina quemados; es la hora matinal
en que las palomas de un palomar cruzan, se ciernen sobre la
ciudad, y en que unas campanitas lanzan sus campanadas.
Entonces, cuando el horno esta ya encendido, sale el anacalo de
casa ; este es el momento critico en que comienza su oficio transcen-
dental. El anacalo recorre todas las casas del barrio; se asoma a
la de don Pedro, y grita: ",; Amasan?" En la casa de D. Pedro
no amasan hoy; una voz grita desde dentro: "jNo!" y el anacalo
se marcha a otra parte. Aqui esta ahora el viejo caseron deD. Juan;
entreabre la puerta nuestro amigo y torna a dar una gran voz:
"<[Amasan?" Se hace una pausa; la casa de don Juan es muy
grande; es posible que Isabel, la antigua criada, o Leonorcica, la
linda moza nueva que D. Juan acaba de tomar a su servicio (no
sabemos para que, puesto que en realidad no hace falta para las
escasas faenas de la casa); es posible, repetimos, que Isabel o
Leonorcica esten trasteando por alguna estancia lejana; el anacalo
repite su pregunta: "<| Amasan?" Al cabo de un momento una
voz responde: "j Manana!" y el anacalo se va a otra parte

Nuestro amigo se halla ante la casa de dona Asuncion, la viuda
de D. Anselmo, el que fue gobernador de Teruel el afio 1877 (todos
le conocimos); la casa tiene una gran portalada con su puerta de
roble; pero esta puerta siempre esta cerrada y a la casa se penetra
por una estrecha puertecilla que existe en otra de las fachadas.
El anacalo abre esta puertecilla y da su grito: " ,; Amasan? " Una
voz replica: "jSi!" y nuestro amigo penetra en la casa. Recorre
el anacalo varias dependencias, y al fin se encuentra en el amasador ;
esta es una estancia un poco sombria; se ven unas lejas llenas de
perolitos, cazuelas, vasos; unos cedazos estan colgados en la pared;
en un angulo, en una rinconera, reposa una orcita destinada a
guardar la levadura; la artesa, grande y de pino, se halla colocada
sobre dos travesanos empotrados en la pared, y encima de la
artesa esta el tablero lleno de panes blancos, recien amasados;
un mandil rojo, verde, amarillo y azul los cubre, los abriga.

Tenga usted cuidado de que no se quemen como el otro dia
dice Juana dirigiendose al anacalo.



AZORfN 299

Si, si; usted descuide; el otro dia es que estaba muy cargado
el homo replica el anacalo.

Y a seguida se pone una almohadillita redonda en la cabeza,
coge el tablero, se lo coloca sobre el craneo y se marcha.

Este es el oficio transcendental, supremo del anacalo: llevar el
pan que va a ser cocido desde las casas al homo.

En el horno, cuando llega el anacalo, hay ya una pintoresca
algarabia de comadres y vecinas; alii estan Pepa, Remedios,
Vicentita, Petra, Tomasa. Todas hablan a la vez y cuentan mil
cosas; los haces de romero, amontonados en un rincon, mezclan
su aroma al olor del pan recien cocido. El anacalo deja el tablero
sobre un poyo de piedra y comienza a bromear con las comadres;
todas rien ; Pepa, enardecida por una cuchufleta, se lanza sobre el
anacalo y hace como que le va a pegar un coscorron; se vuelve el
anacalo, finge tambien que va a propinarle a Pepa un sopapo, y
Pepa corre desalada chillando, y deja ver, entre el revuelo de las
faldas, el comienzo de una fina y maravillosa pierna, cubierta de
una media roja, azul y amarilla.

Una ciudad levantina.

La pequena ciudad es clara y alegre; para ir a ella desde Madrid
se toma el tren por la noche; a la manana siguiente, a las siete,
comienzan a verse extensos vinedos, huertas frondosas, macizos
de arboles, almendros, algun barranco en cuyo fondo crecen las
canas y los carrizos. El aire es fino y transparente; se ven en toda
la pureza de sus lineas los mas distantes objetos. No tienen vege-
tacion las montanas; aparecen grisaceas, terrosas, azules las mas
lejanas. Los hombres van y vienen rapidos y agiles.

Una hora despues, a las ocho, el tren se detiene en la estacion
de la diminuta ciudad. Desde la estacion al pueblo hay dos kilo-
metres. La carretera es estrecha y polvorienta; en primavera y
en verano destaca blanca entre las manchas verdes de los vinedos.
El pueblo esta situado en una alta meseta; para llegar hasta el
es preciso ascender una empinada y larga cuesta. Se llega a las
puertas de la ciudad y el carruaje se detiene; un portazguero o
consumero se acerca a el y hace su pregunta acostumbrada. Las
prim eras casas del pueblo son pequenas, de dos pisos; el piso su-
perior esta a teja vana. Son casas de jornaleros o de artesanos;
en algunos porches o zaguanes de estas casas se ve colgado del



300 AZORfN

techo el bres ; el bres es un capacho o seron en forma de cuna ; esta
fabricado de esparto; se cuelga del techo, se pone el nifio en el
y la madre lo va meciendo suavemente, al mismo tiempo que acaso
canta una dulce cancion popular. El mecer al nino en el bres se
llama bresar o brezar.

Unas calles del pueblo son estrechitas, otras son mas anchas;
se ve tambien algun callejon sin salida. En una de las plazas se
levanta el Ayuntamiento ; hay otra plaza tambien ancha; en su
centro se yergue una fuente de marmol bermejo, que arroja el
agua por cuatro gruesos cafios.

Hay en la ciudad una iglesia grande, construida en el siglo xvm,
de gusto clasico; a estas iglesias construidas en los pueblos reciente-
mente suele faltarles una torre; hicieron una de las dos que habian
de flanquear la fachada, y la otra, un poco cansados, la dejaron sin
hacer. Aparte de la iglesia Mayor, en el pueblo existe otra de un
convento de franciscanos; ya no viven los franciscanos en el con-
vento; el convento ha sido convertido en escuelas y carcel; pero
queda en la iglesia, ancha, silenciosa y clara, algo como un halito,
como un dejo, como un rastro de la paz y de la sencillez de estos
humildes monjes.

Parte del pueblo esta edificado en la ladera de un montecillo
y parte en el llano; en lo alto del montecillo hay una ermita dedi-
cada a Santa Barbara; la ermita tiene una campanita que toca
todos los dias, con su voz de cristal, a las doce del dia y al anochecer;
cuando esta campanita toca, todos los herreros, los carpinteros,-
los albaniles, los peltreros, los talabarteros de la ciudad dejan de
trabajar.

Los seiiores de la ciudad se reunen en un casino rodeado de un
diminuto y ameno jardin; los trabajadores de la tierra disponen
de algunos cafetines, botillerias o alojerias.

Esta pequena ciudad es tranquila, pacifica; moran en ella ar-
tesanos, jornaleros y propietarios de tierras. Los propietarios, unos
gozan de mucha hacienda ; otros lo son en pequeno.

Los jornaleros suelen poseer tambien un pedazo de tierra que
ellos han roto en las veredas o en las faldas de los montes y que
benefician los dias de fiesta, cuando estan libres del trabajo. Del
pedazo de tierra que poseen reciben el nombre de pedaceros.

No pasa nada en la ciudad; llueve poco en ella; el ambiente es
seco, diafano; el cielo esta siempre azul; las calles aparecen limpias;



AZORfN 301

se ve desde algunas esquinas como destacan a lo lejos, sobre el
cielo radiante, suaves altozanos y crestas azules de montanas;
por la manana, en la hora clara y profunda del trabajo, se oye el
tintineo de las herrerias, los golpazos de los carpinteros, el canto
largo y metalico de un gallo. En las tierras adeganas al pueblo se
extienden tablares de alfalfa, herrefiales, cuadros y encanizadas
de hortalizas. Sobre las tapias de algun repajo o cortinal asoman
una palmera, unos cipreses o los milgranos con sus flores bermejas.

'Juan el de Juan Pedro.

Juan el de Juan Pedro nacio en los Prietos, un caserio de La
Roda. Fueron sus padres Juan Pedro y Antonia Maria. Juan
Pedro era el manejero de los Prietos. Los Prietos pertenecian a
un senor muy rico que vivia en Madrid. Donde nacio Juan, la
llanura se extiende inmensa y monotona; la tierra tiene un color
de ocre. Al lado de la casa se ven unos olmos viejos; no pian en
ellos los pajaros. No hay pajaros en toda la llanura. Unas palomas
grises revuelan lentamente, muy lentamente, sobre el cielo azul,
siemprelimpio; a ratos se abaten sobre los sembrados;alanochecer
tornan al palomar.

Cuando Juanico tenia cuatro o seis meses, un dia que lo habian
acostado en un poyo y que su madre estaba fuera, entro un cerdo
en la casa, se llego al nino y comenzo a mordiscarle y roerle un
brazo. A los gritos acudio la madre. Juan quedo para toda la
vida con una gran descarnadura en el brazo. Dos anos mas tarde
murio Antonia Maria. Juan Pedro se volvio a casar con una viuda
que tenia dos hijos.

La madrastra queria poco a Juanito. Apenas le alimentaba;
le daba grandes golpes; le encerraba largas horas en las falsas de
la casa. Entonces fue cuando Juan Pedro comenzo a beber. Todas
las faenas de la casa andaban descuidadas. El amo, que vivia
en Madrid, se arruino; los Prietos pasaron a otro dueno. El nuevo
propietario despidio a Juan Pedro. Juan Pedro se fue a vivir al
pueblo; trabajaba muy poco; un ano despues murio y Juanico
quedo con la madrastra en compafiia de sus dos hermanastros. A
los ocho anos Juanico no daba senal ninguna de inteligencia ; no
lo llevaban a la escuela; no aprendia a leer ni escribir. "Es muy
bruto este chico," decian: "j Jesus, que zagal mas porro!" ex-
clamaban. Juanico recibia mas golpes que antes y apenas comia



302 AZORfN

nada. Era alto, escualido, moreno, feucho, pero tenia unos ojos
anchos, unos ojos melancolicos, unos ojos luminosos. A los doce
anos Juanico entro a servir en una casa de labranza; era el guada-
pero que llevaba la comida a los jornaleros que estaban labrando
lejos; hacia las faenas mas rudas; soportaba las bromas mas
brutales y feroces de los mozos de la casa. Una noche de San Juan,
por divertirse, los labriegos comenzaron a mantearlo; una de las
veces que lo lanzaron por el aire cayo al suelo y se rompio una
pierna. Estuvo dos meses en una cuadra, acostado sobre un monton
de paja, curandose la f ractura. Cuando estuvo un poco bien, cuando
ya podia andar y moverse de un lado para otro, ocupandose en las
faenas de la casa, se cometio un robo en la labor: del cajon del
mayoral o encargado quitaron unas monedas. Juanico no sabia
nada del robo; pero lo llevaron al pueblo y lo tuvieron tres meses
en la carcel.

La mujer del carcelero se compadecio de Juanico; el preso no
daba nada que hacer, no decia nada, no se quejaba nunca. Dos
hijos del carcelero cayeron enfermos de viruela. Como Juanico
inspiraba confianza a todos, andaba por la casa del alcaide de la
prision y hacia todos los menesteres de ella; durante la enferme-
dad de los dos chicos el no se separo jamas de su cama. Los atendia,
les daba las medicinas; velaba todas las noches, sin dormir una
hora, junto a ellos.

Al ponerle en libertad, Juanico no sabia lo que hacer. Busco
trabajo, entro a servir en una casa de Villarrobledo y alii estuvo
ocupado en labrar seis anos la tierra.

Como las cosechas iban mal, el propietario de la finca hizo
reduccion en el personal; Juanico no tenia mujer ni hijos; el fue
el que se quedo sin trabajo. Anduvo durante algunos meses por
los caminos, durmiendo en las afueras de los pueblos, comiendo
los mendrugos que le daban de limosna. Un dia encontro en una
carretera a un grupo de labriegos que se marchaba a un puerto
de mar. Le dijeron que se fuera con ellos y el comenzo a caminar
en su compafiia. Doce anos estuvo fuera de Espafia, en America.

Cuando volvio a la Mancha todo estaba lo mismo. Juanico era
tambien el mismo de antes. No tenia a nadie en el mundo, ni
tenia nada. Pidio trabajo en algunas labores y labro las tierras.
Un matrimonio de jornaleros le daba albergue en su casa; Juanico
les retribuia con lo que ganaba. En 1885 se extendio el colera por



AZORfN 303

Espana. Juanico estaba entonces en Criptana; las familias pu-
dientes del pueblo se ausentaron. Se suspendieron o redujeron a
lo indispensable los trabajos del campo. Juanico se quedo des-
ocupado. En Criptana el entraba en las casas de los colericos;
ayudaba a los medicos; se acostaba en la misma cama de los en-
f ermos para hacerlos reaccionar. Uno de los medicos se compadecio
de el y le dio trabajo en una finca suya.

Tenia Juan el de Juan Pedro entonces cerca de cuarenta afios;
era tan delgado y estaba tan palido como cuando adolescente. Se
levantaba a las cuatro de la manana; sacaba de la cuadra la yunta;
aparejaba las mulas y se marchaba con ellas a las tierras que tenia
que labrar. Todo el dia, de la manana a la noche, lo pasaba en la
inmensa llanura abriendo surcos simetricos, larguisimos, paralelos.
Unas picazas revolaban en el cielo azul; otras yuntas caminaban
lentas, muy lentas, alia a lo lejos. Al anochecer, cuando el sol
hacia rato que se habia puesto, Juanico volvia a la labor. Cenaba
entonces con los demas jornaleros y se acostaba.

Al cabo de estar siete afios en la hacienda del medico, cuando
murio el propietario y la finca fue dividida entre los herederos,
Juanico volvio a quedar sin trabajo. Ya entonces estaba mas
palido y mas delgado que nunca. Apenas tenia fuerzas; le daban
de cuando en cuando unos profundos desmayos. Se encontro sin
trabajo y no supo que hacer ni donde ir. Comenzo a andar por
los caminos; eran sus companeros las avecicas del cielo y los canes
perdidos. Llevaba un zurron a la espalda y en el metia los men-
drugos que le daban. Un perro vagabundo y extenuado, con unos
ojos brillantes, se incorporo a el y no le dejaba en sus caminatas.

Juanico le cobro carino y juntos comian el pan que recogian
de puerta en puerta. Como hacia mucho tiempo desde nino
que no habia estado en los Prietos, y como no tenia que hacer
nada, un dia se le ocurrio ir alia a ver si la casa estaba lo mismo
que antes. Era en invierno; llego a los Prietos al anochecer de un
dia crudisimo, en que habia estado nevando. Juanico converse un
rato con el encargado de la casa y le pidio albergue. Le indicaron
un cobertizo lleno de estiercol. Juanico se acosto en el muladar.
A la manana siguiente lo encontraron muerto; junto a el, sentado
en dos patas, con la cabeza levantada al cielo, estaba aullando el
perrito.



304 AZORfN

LA VOLUNTAD

Las llamas temblotean en la ancha cocina de marmol negro. Ante
el hogar, sobre la recia estera, se extiende una banda de zinc bri-
llante. El quinque destaca sobre la cornisa de la chimenea su
redondo caparazon de verde intense. Y en la pared, sobre el
quinque, esfumada en la penumbra suave, luce una grande tesis
encuadrada en marco de noguera pulida. D. 0. M. Has juris
civilis theses, quos pro ejusdem. . .rezan a la cabecera gruesos tipos,
y aba jo, en tres dilatadas column as, las XLIX conclusiones hor-
miguean en diminutos caracteres sobre la brilladora seda rosa.
Junto a la tesis, aqui y alia, en las blancas paredes, grandes foto-
grafias palidas de viejas catedrales espafiolas: la de Toledo, la
de Santiago, la de Sigiienza, la de Burgos, que asoma sobre espesa
alameda sus germinados ventanales y espadafias floridas; la de
Leon, que enarca los finos arbotantes de su abside sobre una oleada
de vetustas casuchas con ventanas inquietadoras. . . .

Las llamas tiemblan. Sobre el enorme armario fronterizo al
hogar, espejean los reflejos. El armario es de roble. Tiene dos
puertas superiores, dos cajones, dos puertas inferiores. Esta
encuadrado en primorosa greca tallada en hojas y botones. En
los angulos sobresalen las caras de gordos angelillos; arriba, en el
centre del f riso, una sirena sonriente abre sus piernas de retorcidas
volutas que se alejan simetricas entre el follaje. Y por una de las
portezuelas superiores, abierta, se muestran los innumerables
cajoncillos con el frontis labrado.

Algo de la elegante sobriedad castellana se respira en la estancia.
A uno y otro lado del noble armario se yerguen los sillones adustos;
sus brazos avanzan lucidores; en el respaldo, sobre el cuero negroso,
resaltan los clavos de cabeza alongada. Y sobre los anchos barrotes
destacan aureos en la penumbra como enormes trastes de guitarras.

Las horas pasan. A lo lejos una voz canta las cuatro. Al lado
de la chimenea hay una mesilla de salomonicas columnas. La luz
del quinque hace brillar sobre el negro tablero, entre papeles y
volumenes, una tabaquera de plata, un reloj achatado, una in-
terminable cadena de oro que serpentea entre los libros y cruza
rutilante sobre el titulo grueso de un periodic.

El maestro Yuste reposa enfermo en la ancha cama. La voz
canta mas lejos. En la acera resuenan pasos precipitados. . . .



AZORfN 305

Yuste se incorpora. Azorin se acerca. Yustedice:

Azorin, hijo mio, mi vida finaliza.

Azorin balbuce algunas palabras de protesta. Yuste prosigue:

No, no; ni me engano ni temo....Estoy tranquilo. Acaso en
mi juventud me senti indeciso....Entonces vivia yo en los demas y
no en mi mismo....Despues he vivido solo y he sido fuerte....

El maestro calla. Luegoafiade:

Azorin, hijo mio, en estos mementos supremos, yo declare
que no puedo afirmar nada sobre la realidad del universe. ...La
inmanencia o trascendencia de la causa primera, el movimiento,
la forma de los seres, el origen de la vida...arcanos impenetrables. . .
eternos.. . .De pronto canta en la calle la vieja cofradia del Rosario.
El coro rompe en una larga melopea monotona y llorosa. Las
campanillas repican persistentes ; las voces can tan plafiideras,
ruegan, suplican, imploran fervorosas.

Miranos con compasion;
no nos dejes, Madre mia....
El coro calla. Yuste prosigue....

Yo he buscado un consuelo en el arte....El arte es triste. El
arte sintetiza el desencanto del esfuerzo baldio...o el mas terrible
desencanto del esfuerzo realizado...del deseo satisfecho.

La cofradia canta mas lejos; sus deprecaciones llegan a traves de
la distancia opacas, temblorosas, suaves.
El maestro exclama :

jAh, la inteligencia es el malL.Comprender es entristecerse;
observar es sentirse vivir.. . . Y sentirse vivir es sentir la muerte, es
sentir la inexorable marcha de todo nuestro ser y de las cosas que
nos rodean hacia el oceano misterioso de la Nada....

Ya en la lejania, apenas se percibe, a retazos, la suplica fervorosa
de los labriegos, de los hombres sencillos, de los hombres felices....
Una campana toca cerca; en las maderas del balcon clarean dos
grandes angulos de luz tenue.

EPILOGO

Sr. D. Pio Baroja:

En Madrid.

Querido Baroja : Tenia que ir a Murcia, y me he acordado de que
en Yecla vive nuestro antiguo companero Antonio Azorin. He
hecho en su obsequio y en el mio un pequeno alto en mi itinerario.



306 AZORfN

Y vea usted el resultado.

Llego a las cinco de la madrugada, despues de tres horas de
trajin en una infame tartana. Me acuesto; a las nueve me levanto.
Y pregunto por don Antonio Azorin a un mozo de la posada. Este
mozo me mira en silencio, se quita la gorra, se rasca y me devuelve
la pregunta:

Don Antonio Azorin ? <; Dice usted don Antonio Azorin ?

Si, si contesto yo don Antonio Azorin.

Entonces el mozo torna a rascarse la cabeza, se acerca a la
escalera y grita :

j Bernardina ! j Bernardina !

Transcurre un momento; se oyen recios pasos en la escalera y
baja una mujer gorda. Y el mozo le dice:

Aqui pregunta este sefior por don Antonio Azorin. . . . <; Sabe
usted quien es ?...<[ No es el que vive en la placeta del Colegio?

La mujer gorda se limpia los labios con el reverse de la mano,
luego me mira en silencio, luego contesta :

Don Antonio Azorin. ..don Antonio Azorin. .. ^ Dice usted
que se llama don Antonio Azorin ?

Si, si, don Antonio Azorin... un sefior joven...que vive
aqui....

,:Dice usted que es joven? torna a preguntar la enorme
posadera.

Si, joven, debe de ser aun joven afirmo yo.

,;Don Patricio no sera? dice la mujer.

No, no replico yo, si se llama Antonio.

Antonio. . .Antonio murmura la mujer. Don Antonio
Azorin... Don Antonio Azorin. Y de pronto:

jAh, vamos! jAntonico! Antonico, el que esta casado con
dona Iluminada....jComo decia usted don Antonio!

Yo me quedo estupefacto. j Antonio Azorin casado ! j Casado en
Yecla el sempiterno bohemio! jAnda, y con dos chicos! me
dice la mujer.

Y vuelvo a quedarme doblemente estupefacto. Despues,
repuesto convenientemente, para no inquietar a los vecinos, salgo
a la calle y me dirijo a la casa de Azorin.

La puerta esta entornada. Veo en ella un gran llamador dorado,
que supongo que sera para llamar. Y llamo. Luego me parece
logico empujar la puerta, y entro en la casa. No hay nadie en el



AZORfN 307

zaguan. Las parades son blancas, deslustradas ; el menaje, sillas de
paja, un canape, una Camilla y las dos indispensables mecedoras
de lona....Como no parece nadie, grito: jNo hay nadie aqui? pre-
gunta que se me antoja un poco axiomatica. No sale nadie a pesar
de lo evidente de la frase, y la repito en voz mas alta. Desde dentro
me gritan:

(jQuien es?

j Servidor ! contesto yo.

Y veo salir a una criada vestida de negro, con un panuelo
tambien negro en la cabeza.

,|Don Antonio Azorin vive aqui? pregunto.

Si, senor, aqui vive....,; Que queria usted?

Deseaba verle.

d Verle? ^Dice usted, verle?

Si, si, eso es: verle.

Entonces, la criada, ante mi estupenda energia, ha gritado:

j Maria Jesusa ! j Maria Jesusa !

Transcurre un momento; Maria Jesusa no parece; la criada torna
a gritar. Y un perro ale ladrando desaforadamente de la puerta
del fondo, y se oye lloriquear a tin nino. Y como la criada con-
tinua gritando, veo aparecer por la escalera a una senora gruesa
que baja exclamando:

j Senor! j Senor! Pero que es esto? <jQue sucede? ^Que
escandalo es este?

El perro prosigue ladrando; aparece, por fin, Maria Jesusa;
acaba tambien de bajar la senora gruesa.

Este senor dice la criada que pregunta por don Antonio.

<; Antonico ?...<;Qui ere usted ver a Antonico? me dice la
senora.

Si, si, desearia hablarle, si pudiera ser contesto yo.

Anda, Maria Jesusa le dice la senora, anda y dile a don
Mariano si esta Antonico en casa.

Maria Jesusa desaparece; silenciogeneral. La senora meexamina
de pies a cabeza. Y en lo alto de la escalera aparece un senor de
larga barba blanca.

Mariano, le dice la senora, aqui quieren ver a Antonico.

|A Antoiiico?

Si, este senor.

r Si afirmo yo, quisiera hablarle.

2O 2



308 AZORfN

Pues debe estar en el despacho; voy a ver. Otra pausa. La
senora anciana, al fin, determina conducirme al despacho y me
hace subir la escalera. Luego nos paramos ante una puerta.

Aqui es dice; entre usted.

Entro. Es una pieza pequena; hay en ella una mesa ministro
y una maquina de coser. Junto a la maquina veo a una mujer joven,
pero ya de formas abultadas, con el cabello en desorden, vestida
desalinadamente. A un lado hay una nodriza que esta envolviendo
a un chico. El chico llora, y otro chico que la madre tiene en
brazos, tambien llora. En las sillas, en el suelo, en un gran cesto,
sobre la maquina, en todas partes se descubren panales.

Sentado ante la mesa, esta un hombre joven; tiene el bigote lacio;
la barba sin afeitar de una semana; el traje, sucio. jEs Azorin!

Yo no se al llegar aqui, querido Baroja, como expresar la emo-
cion que he sentido, la honda tristeza que he experimentado al
hallarme frente a frente de este hombre a quien tanto y tan de
corazon todos hemos estimado. El ha debido tambien sentir una
fuerte impresion. Nos hemos abrazado en silencio. Al pronto yo
no sabia lo que decirle. fil me ha presentado a su mujer. Hemos
hablado del tiempo. La senora ha llamado gritando a Maria
Jesusa y le ha entregado un chiquillo; despues se ha puesto a coser.
Azorin vive en compania de la madre de su mujer, de un hermano
de la madre y de una cunada. La mujer tiene algunos bienes;
creo que veinte o veinticinco mil duros en tierras, que apenas
producen con la crisis agricola actual para comer y vestir
con relativo desahogo. l no hace nada; no escribe ni una linea;
no lee apenas; en su casa solo he visto un periodico de la capital de
la provincia, que les manda un pariente que borrajea en el algunos
versos. De cuando en cuando Azorin va al campo y se esta alia
seis u ocho dias ; pero no puede disponer nada tocante a las labores
agricolas, ni puede dar ordenes a los arrendatarios, porque esto


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